Batalla del Estrecho de Dinamarca
Publicado: 19 Jun 2009, 16:34
Primero quiero hacer énfasis en que el origen del artículo que a continuación expongo no es mío sino producto de las investigaciones que otras personas han llevado a cabo como José Rico y Antonio Bonomi. La idea del artículo es exponer en español lo que generalmente se encuentra en inglés. Sin embargo la redacción final la lleve a cabo yo.
A continuación:
LA BATALLA DEL ESTRECHO DE DINAMARCA
La Batalla del Estrecho de Dinamarca es uno de los episodios más breves pero al mismo tiempo uno de los más famosos de la Historia Naval de la Segunda Guerra Mundial. Esto por cuanto ha capturado la atención de historiadores, escritores así como también la imaginación de miles de lectores y aficionados a la historia militar. La aventura del acorazado alemán Bismarck y la tragedia del crucero de batalla británico Hood, y por consiguiente lo acontecido en esta particular batalla, ha sido objeto de la publicación de decenas de libros, cientos de artículos en revistas, de la producción de documentales, investigaciones submarinas y hasta de películas de acción. Pero no así en nuestro idioma español, por lo que el objetivo de este artículo es abordar este acontecimiento y estudiarlo.
Antecedentes y contexto del combate naval conocido como del Estrecho de Dinamarca
Para poder entender ambas, la misión que desempeñaba el acorazado Bismarck como la del crucero de batalla Hood en mayo de 1941, es importante retroceder en el tiempo hasta la Primera Guerra Mundial. Al finalizar ésta el Imperio Alemán debió rendir su flota a los aliados quienes les ordenaron a éste que la internarse en la base naval británica de Scapa Flow, en las Islas Orcadas al norte de Escocia. Alemania, que había poseído la segunda flota de guerra del mundo, terminó dueña tan sólo de un par de envejecidos acorazados mientras que Inglaterra se erguía como ama y señora de los mares. La flota alemana acabó por ser hundida por sus propios tripulantes que, temerosos que la misma cayera en manos de sus antiguos enemigos, decidieron salvar el honor de la Marina Imperial Alemana con tal acto.
Conforme Alemania dejó, poco a poco, de lado las rigurosas condiciones del Tratado de Versalles su nuevo líder, Adolf Hitler, comenzó el rearme de su nación para volver a colocar ésta como una superpotencia continental europea. Siendo Alemania eso, una potencia continental, y Hitler un antiguo miembro de la infantería alemana, el énfasis de este rearme fue en las unidades del ejército terrestre y, asimismo, en una nueva arma que apoyaría a estas tropas: la fuerza aérea o Luftwaffe al mando de Herman Goering. La marina, o Kriegsmarine, que era la “hermana menor” del nuevo rearme alemán quedó al mando del Almirante Eric Raeder. Goering quien tenía el favor de Hitler era adverso a cualquier inversión importante en la marina por considerar que la misma había sido, en gran parte, culpable de la derrota alemana en 1918.
Sin embargo Raeder y sus colaboradores lograron convencer a Hitler que si Alemania se expandía iba a tener una amplia zona costera que debía ser defendida y, para ello, era necesaria una marina de guerra.
La marina, a su vez, se dividía en dos escuelas que, aunque propugnaban un mismo objetivo: vencer un potencial bloqueo naval que sus enemigos podían establecer en su contra. Sin embargo no concordaban en los medios para vencer este bloqueo. Raeder y sus cercanos colaboradores sostenían que Alemania debía construir, de nuevo, una gran flota de acorazados para desafiar, eventualmente, a Inglaterra. Por otro lado un grupo de oficiales liderados por Karl Doenitz apoyaba la idea de que Alemania debía enfocar sus esfuerzos en la construcción de una numerosa flota de pequeños submarinos denominados U-Boats con tal de vencer por atrición a sus potentes enemigos. Siendo Raeder el comandante de la Kriegsmarine se procedió a adoptar un plan ambivalente en el que se iba a contar con una flota de submarinos y, asimismo, con el Plan “Z” o sea, una flota de modernos y gigantescos acorazados. Estos grandes buques de guerra llegarían a ser los nunca construidos acorazados H, que desplazarían desde sesenta mil toneladas y estarían armados con cuatro baterías principales dobles de dieciséis pulgadas.
En este proceso Alemania comenzó la construcción de sus primeros buques capitales que estaban, en origen, regidos por las restricciones no sólo de Versalles sino de las Conferencias de Londres y Washington, que limitaban seriamente la construcción de navíos militares, especialmente para Alemania. Estos primeros buques fueron los denominados “acorazados de bolsillo” como el Admiral Graf Spee, el Deutchland y el Admiral Scheer. En realidad éstos buques no eran más que cruceros pesados de doce mil toneladas armados con baterías principales de once pulgadas. Posteriormente el desarrollo naval alemán prosiguió con la construcción de buques denominados “Los Gemelos” que eran el Schanhorst y el Gneisenau. Muchos han clasificado estos buques de treinta y cinco mil toneladas de desplazamiento y cañones principales de tan sólo once pulgadas como cruceros de batalla aunque el acuerdo general es que eran “pequeños” acorazados rápidos. Un crucero de batalla compartía con los acorazados su origen como navío del tipo “dreadnought”, o sea un gran barco blindado con batería monocalibre pero, aunque contaba con un armamento similar y en ocasiones superior, carecía del mismo volumen de coraza que sus “hermanos” acorazados, lo que los hacía más rápidos. En este proceso los últimos dos grandes navíos construidos por los alemanes antes del estallido de la guerra en septiembre de 1939 fueron los acorazados de la Clase Bismarck: el propio Bismarck y el Tirpitz. Éstos eran los más modernos buques “dreadnought” para el momento en que fueron botados al agua contando con un batería principal de cuatro torretas dobles con cañones de quince pulgadas y desplazando cincuenta mil toneladas a plena carga, de las cuales un alto porcentaje estaba destinado a un sofisticado sistema de blindaje.
Aunque suena impresionante resulta ser que el inicio de la guerra tomó a Raeder desprevenido porque su Plan “Z” y su flota no estarían listos sino hasta un punto entre 1944 y 1946. Por su parte Inglaterra contaba con docenas de acorazados, cruceros de batalla, cruceros de todo tipo y, peor aún, de portaviones. Alemania sólo tenía dos acorazados sin comisionar aún, ningún crucero de batalla, dos acorazados rápidos, tres acorazados de bolsillo, tres cruceros pesados de la clase Hipper y su único portaviones, el Graf Zepellin, nunca llegó a ser operacional. Inglaterra tenía, asimismo, una ventaja de diez a uno en lo que a navíos pequeños se trataba: destructores, lanchas torpederas, barreminas, etc. Igualmente, por dedicar esfuerzos y materiales en la construcción de estos acorazados la flota de U-Boats de Doenitz tampoco estaba totalmente preparada.
Alemania inició la guerra, pues, con una desventaja naval que, con el paso de las acciones bélicas, no hizo más que hacerse abismal. A lo más que Alemania podía aspirar era al intento de tratar de bloquear a Inglaterra de todo comercio y suministro de materias primas, víveres, municiones y armas de fuera del continente europeo, especialmente de Canadá y Estados Unidos. Esto suponía un bloqueo de las rutas marítimas del Atlántico, tarea que recayó en los pocos submarinos y en los “corsarios” como se le denominó a los acorazados de bolsillo Graf Spee, Deutchland y Scheer así como en los cruceros auxiliares, que eran navíos comerciales disfrazados que contaban con armamento y atacaban presas incautas y solitarias en el Atlántico Sur.
Sin embargo el Atlántico Norte era la principal arteria de abastecimiento británica y los buques aliados navegaban por éste en convoys protegidos por la Marina Real inglesa. La mejor oportunidad que tenían los alemanes era la de atacar sorpresivamente estos convoys con sus U-Boats o, si la coordinación era precisa, con “los Gemelos”. Tanto el Schanhorst como el Gneisenau se convirtieron en una amenaza aterradora para los convoys enemigos. Entre enero y marzo de 1941 estos navíos hundieron gran cantidad de barcos de transporte británicos, totalizando entre éstos ciento veintidós mil toneladas, y causando serios problemas al sistema de convoys aliado. Sin embargo “los Gemelos” contaban sólo con baterías de once pulgadas y no eran capaces de atacar convoys custodiados por acorazados o cruceros de batalla con cañones de catorce, quince o dieciséis pulgadas: esa era misión para un navío más poderoso.
El Ejercicio Rhin
Raeder creyó tener cómo resolver este problema: ideó un plan llamado Ejercicio Rhin o “Rheinubung” según el cual los recién comisionados Bismarck y Tirpitz zarparían acompañados por el crucero pesado Prinz Eugen desde el norte de Europa al mismo tiempo que “los Gemelos” lo harían desde los sureños puertos de la Francia Ocupada, creando así una pinza en el Atlántico Norte que estrangularía a Inglaterra al destruir su sistema de convoys. El Bismarck y el Tirpitz estarían a cargo de entrar en combate con los grandes navíos de escolta británicos, amarrándolos en acción defensiva, mientras que el Prinz Eugen, el Schanhorst y el Gneisenau se encargarían de hundir los transportes. El plan, en principio era muy bueno.
Sin embargo Raeder estuvo siempre en desventaja puesto que cuando el Bismarck se encontró listo y preparado para la misión ya el plan, como tal, había fracasado.
El Bismarck, al mando de su capitán Ernst Lindemann, realizó sus últimas pruebas marineras en el Mar Báltico, lejos de la interferencia de la RAF o Fuerza Aérea Real británica y su puerto era Gotenhafen, hoy en día Gdinia en Polonia. Ahí fue repostado para “Rheinubung” junto a su acompañante el Prinz Eugen, un crucero pesado de diecinueve mil toneladas y cuatro baterías dobles de ocho pulgadas. Sin embargo el acorazado Tirpitz, para abril y mayo de 1941, no llegó a estar preparado: le faltaban las pruebas marineras y tácticas que el Bismarck recién había completado. El Alto Mando Naval Alemán no permitió, entonces, que el Tirpitz se uniera a “Rheinubung”. La pinza norte se encontró seriamente limitada con la ausencia del Tirpitz, pero fue la pinza sur del plan la que tuvo problemas aún más serios cuando ambos “Gemelos” quedaron dañados por el enemigo y fuera de acción por un largo tiempo en los puertos franceses.
Raeder tenía ante sí varias alternativas que representaban ventajas y desventajas, como lo era, por un lado, el esperar a que el todavía más nuevo Tirpitz estuviese listo unos meses más tarde y, posiblemente, coincidiera su puesta a punto con la reparación de “los Gemelos” e intentar el plan de pinzas original. Sin embargo, parece que sopesó, los ingleses ya estaban recuperándose de la última salida de “los Gemelos” y esperar tiempo adicional sería invitar a que se fortalecieran aún más. “Rheinubung”, decidió, se llevaría a cabo únicamente con la sección norte de la pinza y sólo con dos navíos: el Bismarck y el Prinz Eugen.
Para dirigir la misión Raeder escogió al veterano Almirante Gunther Lutjens quien había mandando a “los Gemelos” en su última y exitosa misión. Sin embargo Lutjens, desde un principio, fue pesimista en cuanto a toda la operación y sostenía que moriría en ella.
El domingo 18 de mayo de 1941 el Bismarck y el Prinz Eugen zarparon de Gotenhafen dando inicio a “Rheinubung”. La idea principal de toda la misión era el sigilo, según el cual ambos barcos deberían pasar desde el Báltico por el Mar de Noruega hasta irrumpir en el Atlántico sin ser detectados por el enemigo: la primer noticia que los británicos tendrían de los alemanes sería cuando algún convoy fuera hundido sin misericordia en medio del océano. A los dos días de iniciada la misión los barcos alemanes cruzaron el Estrecho de Kattegat entre Suecia y Dinamarca, en pleno día, y fueron avistados por el crucero neutral sueco Gotland. El capitán del Gotland dio el parte respectivo al almirantazgo de su país donde un oficial afín a la causa aliada informó a la inteligencia británica. La premisa principal de “Rheinubung” se había perdido. La decisión del almirante Lutjens de hacer la travesía por el Kattegat de día, en lugar de hacerlo en la oscuridad o pasar a mar abierto por el Canal de Kiel, ha estado sujeta a fuerte crítica por los historiadores navales y expertos en el tema.
El 21 de mayo, mientras los británicos se aprestaban para afrontar la amenaza que representaba el escuadrón alemán, el Bismarck se dirigió a Grimstadfjord en Noruega donde echó ancla esperando una buena oportunidad para salir por sorpresa. El Prinz Eugen repostó combustible durante su estadía en Noruega en tanto que el Bismarck, que no tenía sus depósitos llenos debido a un problema de abastecimiento en Gotenhafen, no aprovechó para hacer lo mismo. Esta otra decisión de Lutjens ha sido, asimismo, duramente criticada.
Los ingleses despacharon varios aviones de reconocimiento con el fin de tratar de localizar a los alemanes y, a la 1: 35 de la tarde de ese 21 de mayo, un caza Spitfire del Comando Costero hizo contacto. De inmediato se coordinó un ataque con bombarderos para dañar o destruir al temido enemigo, sin embargo los navíos alemanes zarparon a las 8 de la noche de ese día y los bombarderos nunca los encontraron donde se les reportó.
Lutjens ordenó al capitán Lindemann tomar curso de cero grados, hacia el norte, paralelo a la costa noruega, el cual siguieron gran parte del 22 de mayo hasta las 6 de la tarde, hora en que cambiaron rumbo a 311 grados, luego a 266 grados y a las 4 de la mañana del 23 de mayo a 250 grados con una velocidad de 27 nudos. Durante esta fase de la travesía los alemanes estaban rodeando Islandia desde el norte, pasando por el estrecho que existe entre esta isla y los hielos permanentes que bordean Groenlandia por el sureste. A esta zona se le conoce como el Estrecho de Dinamarca. Hacia las 6 de la tarde del 23 de mayo Lutjens ordena curso a 240, o sea hacia el suroeste con el fin de salir al día siguiente del Estrecho de Dinamarca hacia el Atlántico Norte e iniciar su misión de interceptar los convoys aliados.
Reacción británica y la misión del Hood
Los británicos, como ya se sabe, habían sido puestos en alerta de la travesía del Bismarck por el avistamiento que tuvo el Gotland y, posteriormente, por reportes de la resistencia Noruega.
Para contrarrestar esta amenaza los británicos tenían a su disposición la Home Fleet, que era la flota destacada para defender las rutas del Atlántico Norte. La base de ésta flota no era sino Scapa Flow, la misma donde fue internada la Flota Imperial Alemana al final de la Primera Guerra Mundial, y su comandante era el almirante Sir John Tovey. El buque insignia de Tovey era el nuevo acorazado King George V, de cuarenta y cuatro mil toneladas de desplazamiento a toda carga y diez cañones de catorce pulgadas. La Home Fleet contaba, en Scapa Flow, con los siguientes navíos aparte del King George V: el crucero de batalla Repulse y el portaviones Victorious además de cinco cruceros ligeros y seis destructores. Además de esta fuerza Tovey tenía a sus órdenes a la fuerza del almirante Sir Lancelot Holland que contaba, además del famoso crucero de batalla Hood de cuarenta y nueve mil toneladas a plena carga y con batería principal de cuatro torretas dobles de quince pulgadas (igual que el Bismarck), con el todavía más moderno acorazado Prince of Wales, gemelo del King George V, y seis destructores. La Home Fleet no terminaba ahí: Tovey tenía a su disposición a la Patrulla de Islandia con los cruceros pesados Norfolk y Suffolk al mando del almirante William Wake-Walker y, también, a la Patrulla del Paso de Islandia-Islas Faroes de tres cruceros ligeros. Por otro lado los siguientes grupos de combate estaban asignados en misiones específicas en el Atlántico Norte y bajo el mando de Tovey: el acorazado Rodney con cuatro destructores escoltando al trasatlántico Britannic (gemelo del famoso Titanic), el acorazado Ramillies escoltando el convoy HX-127, en ruta desde Halifax el acorazado Revenge y al noreste de las Azores dos cruceros. Como corolario de este poderío la Marina Real tenía en Gibraltar la Fuerza H con el crucero de batalla Renown, el portaviones Ark Royal, un crucero ligero y seis destructores así como la Cuarta Flotilla de Destructores con seis unidades, el crucero pesado Dorsetshire escoltando al convoy SL-74 y una fuerza de ocho submarinos.
En resumen a un acorazado y un crucero alemanes los ingleses podían oponer cinco acorazados, tres cruceros de batalla, dos portaviones, cuatro cruceros pesados, diez cruceros livianos, veintisiete destructores y ocho submarinos. Sin embargo los alemanes tenían la ventaja de que podían escoger cuándo y por dónde salir al Atlántico, ya fuera por una de tres salidas: el paso entre las Islas Shetland y las Faroes, el de Islandia-Faroes y el Estrecho de Dinamarca entre Groenlandia e Islandia.
Ante esta situación Tovey había despachado a Holland con el Hood y Prince of Wales junto a sus destructores a Islandia en tanto sus propias fuerzas las conservó en Scapa Flow. Los cruceros de las fuerzas de Wake-Walker patrullarían el Estrecho de Dinamarca por un lado mientras los cruceros de Islandia-Faroes vigilarían el otro paso. En el momento en que los cruceros avistaran al escuadrón enemigo ya fuera por cualquiera de esas salidas serían enviados en su contra las unidades pesadas más cercanas: Holland por el Estrecho de Dinamarca o el mismo Tovey en el caso de Shetland-Faroes o Islandia-Faroes.
Ese era el balance de fuerzas que se enfrentarían. Desde el 20 hasta el 23 de mayo Tovey y sus oficiales esperaban noticias de sus patrullas, atentos a la alerta para zarpar, combatir y destruir al Bismarck. Entonces a las 7 y 22 de la tarde del 23 de mayo el crucero pesado Suffolk, una de las dos unidades que patrullaban el Estrecho de Dinamarca reporta: “…Un acorazado y un crucero avistado a 20 grados. Distancia siete millas, curso 240 grados…” Recién hecho contacto el Suffolk se esconde en medio de la espesa niebla del Estrecho. Una hora más tarde es el Norfolk el que detecta al Bismarck, el cual ahora abre fuego contra el navío británico que lanza una cortina de humo para protegerse y huye junto al Suffolk para tomar posiciones de “sombra” de la formación alemana.
Los almirantes John Tovey y Lancelot Holland fueron informados de estos sucesos y se aprestaron a formular sus planes de intercepción con mucha confianza pues el Suffolk contaba con un novedoso equipo de radar Tipo 284 con el que seguía a los alemanes junto con el Norfolk. Si el contacto se mantenía los ingleses iban a saber todo lo que los alemanes hicieran hasta llegar a interceptarlos. En vista de la posición del Bismarck las únicas unidades pesadas británicas en posición de hacerles frente eran el Hood y el Prince of Wales junto a sus destructores, por lo que Holland ordena navegar a toda velocidad en un curso que lo llevaría a interceptar a los alemanes en algún momento de la madrugada del 24 de mayo.
Sin embargo algo inusitado ha sucedido que los ingleses no se esperaban: al abrir fuego contra el Norfolk, el radar FuMO 23 del Bismarck ha sufrido un desperfecto debido a la onda expansiva de los poderosos cañones principales, y Lutjens ordena al Prinz Eugen adelantarse y tomar la punta de la formación frente al Bismarck, revertiendo el orden que habían llevado hasta entonces. La idea era que el radar FuMo 27 del Prinz Eugen le advirtiera a los alemanes si había enemigos frente a ellos en tanto se reparaba el FuMO 23 del Bismarck. Los ingleses nunca captaron este cambio y creyeron, como era de esperarse, que el Bismarck lideraba la formación
La intercepción
En la noche del 23 de mayo los alemanes mantuvieron un curso de 220 grados, al suroeste, y una velocidad de 28 nudos. El Suffolk y el Norfolk los seguían de cerca en tanto el Hood, el Prince of Wales y los seis destructores del almirante Holland navegaban desde el sureste a 27 nudos en ruta de intercepción. Los destructores caen a la zaga de los pesados y poderosos Hood y PoW, que era como se le conocía al Prince of Wales. A medianoche Holland ordena ondear la gran bandera de batalla de la Marina Real en el mástil mayor pues los cálculos aseguran que dos horas después va a encontrarse con Lutjens y sus dos barcos.
Pero sucede un nuevo imprevisto esa noche: el Bismarck y el Prinz Eugen entran en una ventisca con nieve seguidos por los dos cruceros británicos y el radar del Suffolk pierde el contacto con los alemanes. Éstos desaparecen de la pantalla de sus perseguidores aunque Lutjens ignora tal cosa y se siente perseguido en todo momento.
En ese preciso momento Lutjens tenía ante sí dos opciones, luego de que su actual ruta de salida al Atlántico Norte había sido descubierta por el Suffolk y el Norfolk: proseguir con la esperanza de que las unidades pesadas británicas estuvieran aún en Scapa Flow imposibilitadas por la distancia de tratar de detenerle o, por el contrario, dar media vuelta y dirigirse al Mar de Noruega para reabastecerse y luego intentar salir de nuevo. Esta última táctica ya la había utilizado con éxito al mando de “los Gemelos” previamente ese año. Pero esta vez Lutjens decide proseguir y apostar a que los británicos no tienen unidades importantes que oponerle antes de que salga al Atlántico Norte.
Holland, quien ha quedado a ciegas luego que el Suffolk perdiera al Bismarck, ordena cambiar el rumbo a eso de las 2 de la mañana del 24 de abril a 200 grados, hacia el sur-suroeste. Esto lo hace para tratar de estar en una buena posición ya fuera que el Bismarck revertiera su curso o hubiese continuado en su última dirección, en tanto despachaba a los destructores hacia el norte para cubrir la posibilidad de interceptarlo en su huida. Debido a esta orden los destructores no pudieron tomar parte en la acción que se llevaría a cabo horas después.
Un cuarto de hora antes de las tres de la mañana el Suffolk recobra contacto con el Bismarck el cual continúa con su curso anterior, a treinta y cinco millas del Hood, en curso divergente y una velocidad de 28 nudos. Holland sabe que su intención original de interceptar al Bismarck por su banda de babor y de frente, lo que en táctica naval se conoce como “cruzar la T” que es el ideal de todo almirante en combate, ya no es posible. Ahora ha perdido esta posibilidad y ya no está en capacidad de recobrarla. Su única opción es acercarse a los alemanes por la banda de babor y, exponiéndose así a todas las baterías enemigas de costado, oponer únicamente las propias de proa durante una agonizante aproximación. Conciente de los peligros que atañe este acercamiento Holland decide realizarlo de todas maneras: es parte de la tradición naval británica de presentarle batalla al enemigo sin importar el riesgo o desventaja táctica que se tenga. El célebre almirante Nelson ganó así la Batallas del Nilo y de Trafalgar; la Marina Real Inglesa le debía a la adherencia de este principio o doctrina su impecable tradición de victoria: el Hood encabezó valientemente al PoW en un rumbo que los pondría al alcance de todas las baterías enemigas.
(continua...)
A continuación:
LA BATALLA DEL ESTRECHO DE DINAMARCA
La Batalla del Estrecho de Dinamarca es uno de los episodios más breves pero al mismo tiempo uno de los más famosos de la Historia Naval de la Segunda Guerra Mundial. Esto por cuanto ha capturado la atención de historiadores, escritores así como también la imaginación de miles de lectores y aficionados a la historia militar. La aventura del acorazado alemán Bismarck y la tragedia del crucero de batalla británico Hood, y por consiguiente lo acontecido en esta particular batalla, ha sido objeto de la publicación de decenas de libros, cientos de artículos en revistas, de la producción de documentales, investigaciones submarinas y hasta de películas de acción. Pero no así en nuestro idioma español, por lo que el objetivo de este artículo es abordar este acontecimiento y estudiarlo.
Antecedentes y contexto del combate naval conocido como del Estrecho de Dinamarca
Para poder entender ambas, la misión que desempeñaba el acorazado Bismarck como la del crucero de batalla Hood en mayo de 1941, es importante retroceder en el tiempo hasta la Primera Guerra Mundial. Al finalizar ésta el Imperio Alemán debió rendir su flota a los aliados quienes les ordenaron a éste que la internarse en la base naval británica de Scapa Flow, en las Islas Orcadas al norte de Escocia. Alemania, que había poseído la segunda flota de guerra del mundo, terminó dueña tan sólo de un par de envejecidos acorazados mientras que Inglaterra se erguía como ama y señora de los mares. La flota alemana acabó por ser hundida por sus propios tripulantes que, temerosos que la misma cayera en manos de sus antiguos enemigos, decidieron salvar el honor de la Marina Imperial Alemana con tal acto.
Conforme Alemania dejó, poco a poco, de lado las rigurosas condiciones del Tratado de Versalles su nuevo líder, Adolf Hitler, comenzó el rearme de su nación para volver a colocar ésta como una superpotencia continental europea. Siendo Alemania eso, una potencia continental, y Hitler un antiguo miembro de la infantería alemana, el énfasis de este rearme fue en las unidades del ejército terrestre y, asimismo, en una nueva arma que apoyaría a estas tropas: la fuerza aérea o Luftwaffe al mando de Herman Goering. La marina, o Kriegsmarine, que era la “hermana menor” del nuevo rearme alemán quedó al mando del Almirante Eric Raeder. Goering quien tenía el favor de Hitler era adverso a cualquier inversión importante en la marina por considerar que la misma había sido, en gran parte, culpable de la derrota alemana en 1918.
Sin embargo Raeder y sus colaboradores lograron convencer a Hitler que si Alemania se expandía iba a tener una amplia zona costera que debía ser defendida y, para ello, era necesaria una marina de guerra.
La marina, a su vez, se dividía en dos escuelas que, aunque propugnaban un mismo objetivo: vencer un potencial bloqueo naval que sus enemigos podían establecer en su contra. Sin embargo no concordaban en los medios para vencer este bloqueo. Raeder y sus cercanos colaboradores sostenían que Alemania debía construir, de nuevo, una gran flota de acorazados para desafiar, eventualmente, a Inglaterra. Por otro lado un grupo de oficiales liderados por Karl Doenitz apoyaba la idea de que Alemania debía enfocar sus esfuerzos en la construcción de una numerosa flota de pequeños submarinos denominados U-Boats con tal de vencer por atrición a sus potentes enemigos. Siendo Raeder el comandante de la Kriegsmarine se procedió a adoptar un plan ambivalente en el que se iba a contar con una flota de submarinos y, asimismo, con el Plan “Z” o sea, una flota de modernos y gigantescos acorazados. Estos grandes buques de guerra llegarían a ser los nunca construidos acorazados H, que desplazarían desde sesenta mil toneladas y estarían armados con cuatro baterías principales dobles de dieciséis pulgadas.
En este proceso Alemania comenzó la construcción de sus primeros buques capitales que estaban, en origen, regidos por las restricciones no sólo de Versalles sino de las Conferencias de Londres y Washington, que limitaban seriamente la construcción de navíos militares, especialmente para Alemania. Estos primeros buques fueron los denominados “acorazados de bolsillo” como el Admiral Graf Spee, el Deutchland y el Admiral Scheer. En realidad éstos buques no eran más que cruceros pesados de doce mil toneladas armados con baterías principales de once pulgadas. Posteriormente el desarrollo naval alemán prosiguió con la construcción de buques denominados “Los Gemelos” que eran el Schanhorst y el Gneisenau. Muchos han clasificado estos buques de treinta y cinco mil toneladas de desplazamiento y cañones principales de tan sólo once pulgadas como cruceros de batalla aunque el acuerdo general es que eran “pequeños” acorazados rápidos. Un crucero de batalla compartía con los acorazados su origen como navío del tipo “dreadnought”, o sea un gran barco blindado con batería monocalibre pero, aunque contaba con un armamento similar y en ocasiones superior, carecía del mismo volumen de coraza que sus “hermanos” acorazados, lo que los hacía más rápidos. En este proceso los últimos dos grandes navíos construidos por los alemanes antes del estallido de la guerra en septiembre de 1939 fueron los acorazados de la Clase Bismarck: el propio Bismarck y el Tirpitz. Éstos eran los más modernos buques “dreadnought” para el momento en que fueron botados al agua contando con un batería principal de cuatro torretas dobles con cañones de quince pulgadas y desplazando cincuenta mil toneladas a plena carga, de las cuales un alto porcentaje estaba destinado a un sofisticado sistema de blindaje.
Aunque suena impresionante resulta ser que el inicio de la guerra tomó a Raeder desprevenido porque su Plan “Z” y su flota no estarían listos sino hasta un punto entre 1944 y 1946. Por su parte Inglaterra contaba con docenas de acorazados, cruceros de batalla, cruceros de todo tipo y, peor aún, de portaviones. Alemania sólo tenía dos acorazados sin comisionar aún, ningún crucero de batalla, dos acorazados rápidos, tres acorazados de bolsillo, tres cruceros pesados de la clase Hipper y su único portaviones, el Graf Zepellin, nunca llegó a ser operacional. Inglaterra tenía, asimismo, una ventaja de diez a uno en lo que a navíos pequeños se trataba: destructores, lanchas torpederas, barreminas, etc. Igualmente, por dedicar esfuerzos y materiales en la construcción de estos acorazados la flota de U-Boats de Doenitz tampoco estaba totalmente preparada.
Alemania inició la guerra, pues, con una desventaja naval que, con el paso de las acciones bélicas, no hizo más que hacerse abismal. A lo más que Alemania podía aspirar era al intento de tratar de bloquear a Inglaterra de todo comercio y suministro de materias primas, víveres, municiones y armas de fuera del continente europeo, especialmente de Canadá y Estados Unidos. Esto suponía un bloqueo de las rutas marítimas del Atlántico, tarea que recayó en los pocos submarinos y en los “corsarios” como se le denominó a los acorazados de bolsillo Graf Spee, Deutchland y Scheer así como en los cruceros auxiliares, que eran navíos comerciales disfrazados que contaban con armamento y atacaban presas incautas y solitarias en el Atlántico Sur.
Sin embargo el Atlántico Norte era la principal arteria de abastecimiento británica y los buques aliados navegaban por éste en convoys protegidos por la Marina Real inglesa. La mejor oportunidad que tenían los alemanes era la de atacar sorpresivamente estos convoys con sus U-Boats o, si la coordinación era precisa, con “los Gemelos”. Tanto el Schanhorst como el Gneisenau se convirtieron en una amenaza aterradora para los convoys enemigos. Entre enero y marzo de 1941 estos navíos hundieron gran cantidad de barcos de transporte británicos, totalizando entre éstos ciento veintidós mil toneladas, y causando serios problemas al sistema de convoys aliado. Sin embargo “los Gemelos” contaban sólo con baterías de once pulgadas y no eran capaces de atacar convoys custodiados por acorazados o cruceros de batalla con cañones de catorce, quince o dieciséis pulgadas: esa era misión para un navío más poderoso.
El Ejercicio Rhin
Raeder creyó tener cómo resolver este problema: ideó un plan llamado Ejercicio Rhin o “Rheinubung” según el cual los recién comisionados Bismarck y Tirpitz zarparían acompañados por el crucero pesado Prinz Eugen desde el norte de Europa al mismo tiempo que “los Gemelos” lo harían desde los sureños puertos de la Francia Ocupada, creando así una pinza en el Atlántico Norte que estrangularía a Inglaterra al destruir su sistema de convoys. El Bismarck y el Tirpitz estarían a cargo de entrar en combate con los grandes navíos de escolta británicos, amarrándolos en acción defensiva, mientras que el Prinz Eugen, el Schanhorst y el Gneisenau se encargarían de hundir los transportes. El plan, en principio era muy bueno.
Sin embargo Raeder estuvo siempre en desventaja puesto que cuando el Bismarck se encontró listo y preparado para la misión ya el plan, como tal, había fracasado.
El Bismarck, al mando de su capitán Ernst Lindemann, realizó sus últimas pruebas marineras en el Mar Báltico, lejos de la interferencia de la RAF o Fuerza Aérea Real británica y su puerto era Gotenhafen, hoy en día Gdinia en Polonia. Ahí fue repostado para “Rheinubung” junto a su acompañante el Prinz Eugen, un crucero pesado de diecinueve mil toneladas y cuatro baterías dobles de ocho pulgadas. Sin embargo el acorazado Tirpitz, para abril y mayo de 1941, no llegó a estar preparado: le faltaban las pruebas marineras y tácticas que el Bismarck recién había completado. El Alto Mando Naval Alemán no permitió, entonces, que el Tirpitz se uniera a “Rheinubung”. La pinza norte se encontró seriamente limitada con la ausencia del Tirpitz, pero fue la pinza sur del plan la que tuvo problemas aún más serios cuando ambos “Gemelos” quedaron dañados por el enemigo y fuera de acción por un largo tiempo en los puertos franceses.
Raeder tenía ante sí varias alternativas que representaban ventajas y desventajas, como lo era, por un lado, el esperar a que el todavía más nuevo Tirpitz estuviese listo unos meses más tarde y, posiblemente, coincidiera su puesta a punto con la reparación de “los Gemelos” e intentar el plan de pinzas original. Sin embargo, parece que sopesó, los ingleses ya estaban recuperándose de la última salida de “los Gemelos” y esperar tiempo adicional sería invitar a que se fortalecieran aún más. “Rheinubung”, decidió, se llevaría a cabo únicamente con la sección norte de la pinza y sólo con dos navíos: el Bismarck y el Prinz Eugen.
Para dirigir la misión Raeder escogió al veterano Almirante Gunther Lutjens quien había mandando a “los Gemelos” en su última y exitosa misión. Sin embargo Lutjens, desde un principio, fue pesimista en cuanto a toda la operación y sostenía que moriría en ella.
El domingo 18 de mayo de 1941 el Bismarck y el Prinz Eugen zarparon de Gotenhafen dando inicio a “Rheinubung”. La idea principal de toda la misión era el sigilo, según el cual ambos barcos deberían pasar desde el Báltico por el Mar de Noruega hasta irrumpir en el Atlántico sin ser detectados por el enemigo: la primer noticia que los británicos tendrían de los alemanes sería cuando algún convoy fuera hundido sin misericordia en medio del océano. A los dos días de iniciada la misión los barcos alemanes cruzaron el Estrecho de Kattegat entre Suecia y Dinamarca, en pleno día, y fueron avistados por el crucero neutral sueco Gotland. El capitán del Gotland dio el parte respectivo al almirantazgo de su país donde un oficial afín a la causa aliada informó a la inteligencia británica. La premisa principal de “Rheinubung” se había perdido. La decisión del almirante Lutjens de hacer la travesía por el Kattegat de día, en lugar de hacerlo en la oscuridad o pasar a mar abierto por el Canal de Kiel, ha estado sujeta a fuerte crítica por los historiadores navales y expertos en el tema.
El 21 de mayo, mientras los británicos se aprestaban para afrontar la amenaza que representaba el escuadrón alemán, el Bismarck se dirigió a Grimstadfjord en Noruega donde echó ancla esperando una buena oportunidad para salir por sorpresa. El Prinz Eugen repostó combustible durante su estadía en Noruega en tanto que el Bismarck, que no tenía sus depósitos llenos debido a un problema de abastecimiento en Gotenhafen, no aprovechó para hacer lo mismo. Esta otra decisión de Lutjens ha sido, asimismo, duramente criticada.
Los ingleses despacharon varios aviones de reconocimiento con el fin de tratar de localizar a los alemanes y, a la 1: 35 de la tarde de ese 21 de mayo, un caza Spitfire del Comando Costero hizo contacto. De inmediato se coordinó un ataque con bombarderos para dañar o destruir al temido enemigo, sin embargo los navíos alemanes zarparon a las 8 de la noche de ese día y los bombarderos nunca los encontraron donde se les reportó.
Lutjens ordenó al capitán Lindemann tomar curso de cero grados, hacia el norte, paralelo a la costa noruega, el cual siguieron gran parte del 22 de mayo hasta las 6 de la tarde, hora en que cambiaron rumbo a 311 grados, luego a 266 grados y a las 4 de la mañana del 23 de mayo a 250 grados con una velocidad de 27 nudos. Durante esta fase de la travesía los alemanes estaban rodeando Islandia desde el norte, pasando por el estrecho que existe entre esta isla y los hielos permanentes que bordean Groenlandia por el sureste. A esta zona se le conoce como el Estrecho de Dinamarca. Hacia las 6 de la tarde del 23 de mayo Lutjens ordena curso a 240, o sea hacia el suroeste con el fin de salir al día siguiente del Estrecho de Dinamarca hacia el Atlántico Norte e iniciar su misión de interceptar los convoys aliados.
Reacción británica y la misión del Hood
Los británicos, como ya se sabe, habían sido puestos en alerta de la travesía del Bismarck por el avistamiento que tuvo el Gotland y, posteriormente, por reportes de la resistencia Noruega.
Para contrarrestar esta amenaza los británicos tenían a su disposición la Home Fleet, que era la flota destacada para defender las rutas del Atlántico Norte. La base de ésta flota no era sino Scapa Flow, la misma donde fue internada la Flota Imperial Alemana al final de la Primera Guerra Mundial, y su comandante era el almirante Sir John Tovey. El buque insignia de Tovey era el nuevo acorazado King George V, de cuarenta y cuatro mil toneladas de desplazamiento a toda carga y diez cañones de catorce pulgadas. La Home Fleet contaba, en Scapa Flow, con los siguientes navíos aparte del King George V: el crucero de batalla Repulse y el portaviones Victorious además de cinco cruceros ligeros y seis destructores. Además de esta fuerza Tovey tenía a sus órdenes a la fuerza del almirante Sir Lancelot Holland que contaba, además del famoso crucero de batalla Hood de cuarenta y nueve mil toneladas a plena carga y con batería principal de cuatro torretas dobles de quince pulgadas (igual que el Bismarck), con el todavía más moderno acorazado Prince of Wales, gemelo del King George V, y seis destructores. La Home Fleet no terminaba ahí: Tovey tenía a su disposición a la Patrulla de Islandia con los cruceros pesados Norfolk y Suffolk al mando del almirante William Wake-Walker y, también, a la Patrulla del Paso de Islandia-Islas Faroes de tres cruceros ligeros. Por otro lado los siguientes grupos de combate estaban asignados en misiones específicas en el Atlántico Norte y bajo el mando de Tovey: el acorazado Rodney con cuatro destructores escoltando al trasatlántico Britannic (gemelo del famoso Titanic), el acorazado Ramillies escoltando el convoy HX-127, en ruta desde Halifax el acorazado Revenge y al noreste de las Azores dos cruceros. Como corolario de este poderío la Marina Real tenía en Gibraltar la Fuerza H con el crucero de batalla Renown, el portaviones Ark Royal, un crucero ligero y seis destructores así como la Cuarta Flotilla de Destructores con seis unidades, el crucero pesado Dorsetshire escoltando al convoy SL-74 y una fuerza de ocho submarinos.
En resumen a un acorazado y un crucero alemanes los ingleses podían oponer cinco acorazados, tres cruceros de batalla, dos portaviones, cuatro cruceros pesados, diez cruceros livianos, veintisiete destructores y ocho submarinos. Sin embargo los alemanes tenían la ventaja de que podían escoger cuándo y por dónde salir al Atlántico, ya fuera por una de tres salidas: el paso entre las Islas Shetland y las Faroes, el de Islandia-Faroes y el Estrecho de Dinamarca entre Groenlandia e Islandia.
Ante esta situación Tovey había despachado a Holland con el Hood y Prince of Wales junto a sus destructores a Islandia en tanto sus propias fuerzas las conservó en Scapa Flow. Los cruceros de las fuerzas de Wake-Walker patrullarían el Estrecho de Dinamarca por un lado mientras los cruceros de Islandia-Faroes vigilarían el otro paso. En el momento en que los cruceros avistaran al escuadrón enemigo ya fuera por cualquiera de esas salidas serían enviados en su contra las unidades pesadas más cercanas: Holland por el Estrecho de Dinamarca o el mismo Tovey en el caso de Shetland-Faroes o Islandia-Faroes.
Ese era el balance de fuerzas que se enfrentarían. Desde el 20 hasta el 23 de mayo Tovey y sus oficiales esperaban noticias de sus patrullas, atentos a la alerta para zarpar, combatir y destruir al Bismarck. Entonces a las 7 y 22 de la tarde del 23 de mayo el crucero pesado Suffolk, una de las dos unidades que patrullaban el Estrecho de Dinamarca reporta: “…Un acorazado y un crucero avistado a 20 grados. Distancia siete millas, curso 240 grados…” Recién hecho contacto el Suffolk se esconde en medio de la espesa niebla del Estrecho. Una hora más tarde es el Norfolk el que detecta al Bismarck, el cual ahora abre fuego contra el navío británico que lanza una cortina de humo para protegerse y huye junto al Suffolk para tomar posiciones de “sombra” de la formación alemana.
Los almirantes John Tovey y Lancelot Holland fueron informados de estos sucesos y se aprestaron a formular sus planes de intercepción con mucha confianza pues el Suffolk contaba con un novedoso equipo de radar Tipo 284 con el que seguía a los alemanes junto con el Norfolk. Si el contacto se mantenía los ingleses iban a saber todo lo que los alemanes hicieran hasta llegar a interceptarlos. En vista de la posición del Bismarck las únicas unidades pesadas británicas en posición de hacerles frente eran el Hood y el Prince of Wales junto a sus destructores, por lo que Holland ordena navegar a toda velocidad en un curso que lo llevaría a interceptar a los alemanes en algún momento de la madrugada del 24 de mayo.
Sin embargo algo inusitado ha sucedido que los ingleses no se esperaban: al abrir fuego contra el Norfolk, el radar FuMO 23 del Bismarck ha sufrido un desperfecto debido a la onda expansiva de los poderosos cañones principales, y Lutjens ordena al Prinz Eugen adelantarse y tomar la punta de la formación frente al Bismarck, revertiendo el orden que habían llevado hasta entonces. La idea era que el radar FuMo 27 del Prinz Eugen le advirtiera a los alemanes si había enemigos frente a ellos en tanto se reparaba el FuMO 23 del Bismarck. Los ingleses nunca captaron este cambio y creyeron, como era de esperarse, que el Bismarck lideraba la formación
La intercepción
En la noche del 23 de mayo los alemanes mantuvieron un curso de 220 grados, al suroeste, y una velocidad de 28 nudos. El Suffolk y el Norfolk los seguían de cerca en tanto el Hood, el Prince of Wales y los seis destructores del almirante Holland navegaban desde el sureste a 27 nudos en ruta de intercepción. Los destructores caen a la zaga de los pesados y poderosos Hood y PoW, que era como se le conocía al Prince of Wales. A medianoche Holland ordena ondear la gran bandera de batalla de la Marina Real en el mástil mayor pues los cálculos aseguran que dos horas después va a encontrarse con Lutjens y sus dos barcos.
Pero sucede un nuevo imprevisto esa noche: el Bismarck y el Prinz Eugen entran en una ventisca con nieve seguidos por los dos cruceros británicos y el radar del Suffolk pierde el contacto con los alemanes. Éstos desaparecen de la pantalla de sus perseguidores aunque Lutjens ignora tal cosa y se siente perseguido en todo momento.
En ese preciso momento Lutjens tenía ante sí dos opciones, luego de que su actual ruta de salida al Atlántico Norte había sido descubierta por el Suffolk y el Norfolk: proseguir con la esperanza de que las unidades pesadas británicas estuvieran aún en Scapa Flow imposibilitadas por la distancia de tratar de detenerle o, por el contrario, dar media vuelta y dirigirse al Mar de Noruega para reabastecerse y luego intentar salir de nuevo. Esta última táctica ya la había utilizado con éxito al mando de “los Gemelos” previamente ese año. Pero esta vez Lutjens decide proseguir y apostar a que los británicos no tienen unidades importantes que oponerle antes de que salga al Atlántico Norte.
Holland, quien ha quedado a ciegas luego que el Suffolk perdiera al Bismarck, ordena cambiar el rumbo a eso de las 2 de la mañana del 24 de abril a 200 grados, hacia el sur-suroeste. Esto lo hace para tratar de estar en una buena posición ya fuera que el Bismarck revertiera su curso o hubiese continuado en su última dirección, en tanto despachaba a los destructores hacia el norte para cubrir la posibilidad de interceptarlo en su huida. Debido a esta orden los destructores no pudieron tomar parte en la acción que se llevaría a cabo horas después.
Un cuarto de hora antes de las tres de la mañana el Suffolk recobra contacto con el Bismarck el cual continúa con su curso anterior, a treinta y cinco millas del Hood, en curso divergente y una velocidad de 28 nudos. Holland sabe que su intención original de interceptar al Bismarck por su banda de babor y de frente, lo que en táctica naval se conoce como “cruzar la T” que es el ideal de todo almirante en combate, ya no es posible. Ahora ha perdido esta posibilidad y ya no está en capacidad de recobrarla. Su única opción es acercarse a los alemanes por la banda de babor y, exponiéndose así a todas las baterías enemigas de costado, oponer únicamente las propias de proa durante una agonizante aproximación. Conciente de los peligros que atañe este acercamiento Holland decide realizarlo de todas maneras: es parte de la tradición naval británica de presentarle batalla al enemigo sin importar el riesgo o desventaja táctica que se tenga. El célebre almirante Nelson ganó así la Batallas del Nilo y de Trafalgar; la Marina Real Inglesa le debía a la adherencia de este principio o doctrina su impecable tradición de victoria: el Hood encabezó valientemente al PoW en un rumbo que los pondría al alcance de todas las baterías enemigas.
(continua...)